A través del juego el niño va a
desarrollando, en una forma placentera y paulatina, todas sus posibilidades.
Cuando anda en triciclo, desarrolla su psicomotricidad; cuando arma un
rompecabezas, se ve favorecida su habilidad espacial; cuando canta, estimula su
habilidad auditiva; cuando juega al escondite, desarrolla sus habilidades
sociales, y los cuentos que inventa, enriquecen su imaginación.
Es aconsejable que los padres jueguen lo más
posible con sus hijos, entregándoles, en cada etapa de su desarrollo, las
oportunidades y los materiales que sean
más apropiados para la edad. La presencia de un adulto siempre estimula
el interés del niño por jugar, pero es importante permitirle jugar en forma autónoma
y que pueda ser creativo en sus actividades lúdicas. A veces corresponde asumir
un rol más pasivo y limitarse a observar o seguir las instrucciones del niño, a
fin de favorecer en él la sensación de que dirige el juego.
La idea de estos espacios de juego
compartidos entre padres e hijos, es sumergirse en el mundo del niño. El juego
es una ventana, donde los niños muestran sus preocupaciones, sentimientos,
miedos, ilusiones, inquietudes y, en este sentido, al jugar no solo se
comparte, sino que se conoce el mundo interno de sus hijos. Jugando se
fortalecen los vínculos afectivos, se hacen más fuertes, porque el niño se
siente importante y valorizado por sus padres, que se dan tiempo para jugar con
él.
La idea del juego es, básicamente, estimular
el placer de disfrutar juntos actividades y, secundariamente, hacer que los niños
aprendan. La idea es que los pequeños no sientan que se les está imponiendo
algo, sino que sus padres los están acompañando, en forma placentera, en su
juego. Los límites que se le pongan durante éstos, deben ser mínimos y han de
estar dados por el imperativo de no exponerlo a peligros o riesgos, o bien por
necesidades básicas como irse a dormir. Recuerda que el juego es el reino de la
imaginación y de la libertad.
Hasta los tres años, el niño necesita ganar
en los juegos siempre, porque está en una etapa egocéntrica, pero a partir de
los cuatro, puede ir captando algunas reglas sociales y, a veces, puede aceptar
que perdió.
Hay que intentar que entienda, que si bien
perder es siempre desagradable, en otra ocasión puede ganar. Los padres deben
enseñarle por modelo, que pueden equivocarse en el juego, que no es una
tragedia y que se puede empezar de nuevo otro juego y ganar. Frases como: “¡me ganaste!” o dicho en
forma simpática: “a ver si en el otro juego puedo ganar yo”, le da una imagen
concreta de que algunas veces se gana y otras se pierde y que esa es la regla
de los juegos.
Así como es de la mayor importancia que el
niño juegue para crear vínculos afectivos con sus padres, también es importante
que aprenda a entretenerse solo y jugar con otros niños. Mantener el equilibrio
entre tres tipos de espacio de juego, es de gran significativo emocional.
Es por ello que a partir de los dos años, los
padres deben generar las condiciones para que sus hijos estén y jueguen con
otros niños, así como un espacio determinado para estar a solas con sus
juguetes. Pero lo más importante, es que en el mundo de juegos compartidos por
ti y tu hijo, el niño o la niña perciba que tú realmente te diviertas con él y
que lo valoras.
EN
LOS JUEGOS, ÉL MANDA
v Dispón de un tiempo,
todos los días, para jugar con tu hijo, aunque sea unos minutos.
v Cuando vayas al
parque o algún lugar público, observa a qué juegan los niños de la edad del
tuyo e incorpora esos juegos en su repertorio.
v Si juegas algunos
juegos competitivos, déjalo ganar la mayor parte de las veces.
v Incorpora más juegos
cooperativos que juegos competitivos en la rutina de juegos del niño.
v En lo posible, deja
dirigir a tu hijo(a) los juegos, tú limítate a seguirlo.
v Dale oportunidad de
estar y jugar con otros niños.
v Puedes acompañar las
horas de juego con música de fondo.
v Demuestra muy explícitamente
lo que estás disfrutando el juego, esto fortalece los vínculos de afecto entre
tu hijo y tú.